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Siempre he sido pésima guardándome las lágrimas. Ante la menor provocación se me tensa la garganta, se me irrita la nariz y brotan de mis ojos sin que nadie pueda detenerlas.
La semana pasada lloré mucho en el trabajo, entre clases, a ratitos para no soltarlas todas de una. No tenemos ganas de nada. Estamos esperando escuchar algo, lo que sea, una esperanza, un silbido, una señal.
No sabemos quién te llevó y no nos interesa, para ser francos. Todos y cada uno de nosotros te necesitamos de regreso para contarte cosas, para escuchar tus canciones, pasarte memes, para ver cómo te intentas apoderar de todos los instrumentos en las bandas y cómo te emocionas en las fiestas cada que ponemos tu canción.
Tengo mucho miedo de esta ciudad donde se llevan a los morros sin motivo. A morros buenos. La gente siempre dice que si no tienes nada que temer no te pasa nada. La gente está pero si bien pendeja. A los morros se los llevan por ser morros y a las morras se las llevan porque sí, y luego todos andan con el nudo en la garganta esperando escuchar que sus amigos están bien. Y luego todos andamos con el nudo en la garganta, llorando en el trabajo y nerviosos en la calle porque a lo mejor hoy me toca que me lleven a mí. Quién sabe.