Muerte: La niña.


Esto es una especie de historia corta que escribí hoy. Lo escribí basandome en una leyenda y la historia de un amigo que estaba en el hospital...


La cortina se mecía y golpeaba ligeramente aquel viejo marco de madera de la ventana que yacía abierta, dejando correr la fresca brisa nocturna de finales de octubre. El hospital dormía en silencio junto con sus pacientes, cansados y acurrucados en sus camillas. Los únicos ruidos que se escuchaban eran el computarizado pitido de un monitor cardiaco y el siseo de algún nebulizador encendido.


En una camilla al fondo del cuarto, descansaba una vieja mujer con cabellos blancos y esa característica expresión sabia de aquellos que llevan años vividos. La mujer, cubierta con algunas cobijas, recostaba su cabeza en una almohada de apariencia suave. Dormía tranquila.


Sus pacíficos sueños se interrumpieron con el sonido ligero de algunos pasos por el corredor. Ella abrió sus ojos sin sorprenderse, se sentó tranquilamente en su cama y mientras fue adivinando, emanó una comprensiva sonrisa, como conociendo el caminar de aquella figura.


— Oh, y yo que pensaba que vendrías mas temprano — dijo con una voz cansada — tengo ya horas esperándote, querida... ¿Ya es la hora correcta?


La figura avanzó entre las sombras. Vestida de negro, una pequeña niña de cabellos dorados y ojos grises que reflejaban una experiencia mayor a su edad, se sentó en la silla frente a la camilla de la anciana y negó con la cabeza, meneando un moño que adornaba su peinado.


— Creí que no me quedaría mucho más cuando te llevaste a mi esposo hace ya varios años — suspiró amargamente — sin embargo me diste tiempo para disfrutar a mi familia un rato más... Por cierto ¿Cómo está el?


La niña se encogió de hombros pero su sabia mirada continuaba posada sobre la vieja señora.


— Ya veo — respondió ella — ¿Y a dónde dices que me llevarás?


La pequeña volvió a encogerse de hombros y miró hacia el reloj que marcaba casi las dos de la madrugada.


— Recuerdo la primera vez que te vi — sonrió — Yo era casi tan pequeña como tu aparentas ser hoy... hace ya 71 años que te llevaste a mi madre. Solía tenerte tanto rencor... Pero ahora, con los años, he comprendido que tu solo haces tu trabajo.


La niña asintió con la cabeza y le sonrió dulcemente.


— También lo recuerdas, ¿eh? — rió — fue hace tanto tiempo... tantos años...


La niña miró el reloj nuevamente y después de unos segundos, procedió a ponerse de pie y abandonó su silla. Tranquilamente se ubicó al lado izquierdo de la mujer y con el dorso de su mano le acarició la frente con ternura. La tomó con confianza de la mano y la ayudó a levantarse. La anciana se asió del pequeño brazo de la niña y suspiró aliviada. Ambas caminaron hasta la puerta de la habitación, donde la mujer claramente pudo escuchar su monitor cardiaco detenerse...


La niña la tomó entonces de la mano y asintió firmemente con la cabeza. La anciana la miró a los profundos ojos grises y juró ver un destello de tristeza en ellos... 


Después siguieron. Caminaron juntas al lugar donde todos van, donde ella a todos lleva, donde alguien toma una decisión y el camino se divide como desde el principio y como será hasta el final.


LorettaRm.

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